"Mi obsesión era escribir un libro que permitiese que fluyera a empatía" Entrevista a Sergio Parra

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“Ciclistas de Sofá”,  la última novela de Sergio Parra, es un divertido, curioso y atípico viaje, en el que el escritor y divulgador catalán nos propone recorrer Suiza a lomos de un corcel de aluminio. Con un original y desenfadado estilo, Sergio nos relata sus aventuras y desventuras y nos descubre rincones y curiosidades imposibles de encontrar en las guías de viaje. Charlamos con su autor para conocer algunos de los secretos de “Ciclistas de Sofá”.

 

01. En tu libro CICLISTAS DE SOFÁ, narras en primera persona el proceso por el cual pasas de ser una persona totalmente sedentaria a recorrer todo un país a lomos de una bicicleta. ¿Qué es lo que te hizo hacer «¡chas¡» y lanzarte a la aventura?

Bueno, en realidad no era una persona totalmente sedentaria… digamos que me había divorciado de mi cuerpo durante un tiempo largo, otorgándole más peso a mis neuronas. El problema es que el peso, literalmente, lo acabó adquiriendo mi cuerpo. Yo siempre había hecho mucho deporte, pero hacía diez años que, debido a los rigores del que se dedica exclusivamente a escribir, apenas movía un dedo, salvo para llamar al taxi. Finalmente, lo que me motivó a lanzarme la aventura fue un cúmulo de factores: lo que ponía en la balanza de mi baño cuando me subía a ella, la crisis de los 30 (la hay, la hay), el hartazgo de un día a día demasiado monótono, la rabieta propia de quién ha tenido un desengaño sentimental…

02. Para tu reto elegiste la bicicleta como medio de transporte, de la que confiesas en el libro que apenas la habías cogido desde que eras niño, y Suiza como terreno de juego, un país que no destaca precisamente por ser llano. ¿Por qué en bicicleta? ¿Por qué Suiza?

Escogí al bicicleta por pragmatismo. No me veía corriendo 10 horas al día como Forrest Gump, y si hacía el viaje corriendo seguramente habría tardado demasiado tiempo en recorrer un país. En bici puedes ir a una velocidad suficiente como para cubrir 20 o 30 kilómetros al día sin cansarte demasiado. Dicen que la velocidad desarrollada con una bici es idónea para explorar lugares, porque no vas tan lento como para aburrirte ni tan rápido como para no ver nada. Te desplazas al ritmo de las mariposas. Y puedes dejar la bici en cualquier sitio para andar a pie algún tramo, o subirla al tren para cubrir una zona escarpada. Y hablando de terrenos escarpados, sí, Suiza tiene tantas subidas y bajadas como el electrocardiograma de alguien que está sufriendo un ataque de miocardio (el ataque que casi me da al subir determinadas elevaciones, como el mirador más alto de Europa, a casi 4.000 metros). Pero, por otra parte, Suiza está cerca de España y, a pesar de eso, es muy rara, vive un poco al margen de Europa, tiene costumbres muy singulares, es un país muy cívico y seguro (no quería que me robaran la bici), y está conectada con una estupenda red de carriles bici. Además tiene un tamaño reducido, lo cual me permitía conocerla entera en un tiempo asequible.

03. ¿Cómo te preparaste para un reto tan particular?

Mi preparación fue más psicológica que física. Cuando te planteas hacer algo con tanto tiempo por delante, la procrastinación o la simple vaguería pueden llegar a hacerte desistir. Así que me convencí de que aquel viaje iba a ser maravilloso, lleno de aventuras. Que iba a conocer a gente estupenda. Vi muchasf fotografías idílicas de Suiza. Leí varios libros. Al final tenía tantas ganas de ir hasta allí que eso me permitía seguir adelante cuando las fuerzas flaqueaban. Porque flaqueaban a menudo: empecé andando a buen ritmo un par de horas al día, pero luego ya cubría distancias de 15 o 20 km al día a buen ritmo. Mi idea era obtener un fondo físico lo suficientemente solvente como para, aún yendo por Suiza en plan paseo, no llegara cada noche al hotel con ganas de suicidarme. Al final, tras un año de entrenamiento, conseguí hacer tramos de 70 kilómetros casi sin despeinarme. Ni yo mismo lo creía.

04. El libro entremezcla esa vertiente deportiva del reto con otra, digámoslo así, mas periodística, repleta de datos y curiosidades que en un tono desenfadado y en ocasiones cómico nos hacen partícipes de un reto tan personal y nos descubres lugares y aspectos desde otra perspectiva. ¿Cómo preparaste la “logística” de este otro viaje?

Siempre me pareció que sería divertido plasmar toda mi aventura, incluida la preparación física y psicológica de la misma, para demostrar a los lectores que cualquiera, CUALQUIERA, podría hacer algo como lo que hice yo. El mercado está lleno de deportistas que dan la vuelta al mundo, que suben picos altísimos, que hacen cosas que jamás seré capaz de hacer yo. Y, si bien sus historias son fascinantes, creo que no permiten que nos sintamos identificados. Mi obsesión era escribir un libro que permitiese que fluyera la empatía. Que cualquiera dijera: menudo tío más patético, pero oye, si él lo ha hecho, yo también podría. Pero, claro, mi trabajo siempre ha sido divulgar, sobre todo ciencia, así que no quería que el libro se quedara solo en una especie de coach personal. También quería explicar Suiza, un país en principio anodino para la mayoría de la gente, como si fuera uno de los sitios más remotos, extraños y exóticos del mundo. Para eso tuve que leer muchísimo sobre Suiza, así como otros tantos libros sobre viajes por el mundo. Todo ello con la idea de que Ciclistas de sofá también pudiera funcionar como un libro de curiosidades sobre los viajes, en general, y sobre Suiza, en particular. Algunas de las cosas que describo en el libro no sólo las descubrí en otros libros, sino dejándome guiar por los lugareños, o por simple azar.

05. A través de las páginas del libro podemos recorrer una Suiza diferente, lejos de los tópicos y de los folletos turísticos que dan una visión algo alejada de la que comúnmente podemos tener de Suiza. ¿Qué fueron las cosas que más te sorprendieron de la Suiza que visitaste? ¿Qué es lo que no te esperabas tanto en lo positivo como en lo negativo?

Suiza me sorprendió en positivo, en general. Pocas cosas negativas puedo decir de este país, salvo algunos precios astronómicos (como el tren que te sube al mirador más alto de Europa, que es el más caro del mundo). La gente puede parecer un poco cerrada al principio, pero eso, como en todo, tiene parte de tópico. Al final, siempre acabas encontrando toda clase de gente, y eso incluye gente abierta y dispuesta a entablar conversación con un desconocido empapado en sudor. En el libro me propuse explicar cosas que casi nadie supiera de Suiza, y creo que lo he conseguido. Al menos una docena de ellas provocarán incredulidad en el lector, como que en ámbitos rurales Suiza es el único país Europeo que aún come perro. O que es uno de los países con mayor número de armas por habitante, y sin embargo es uno de los países con menor índice de criminalidad por arma de fuego (Estados Unidos, por ejemplo, tiene más armas, pero no muchas más, pero sí uno de los índices de criminalidad por arma de fuego más elevados del mundo). Lo que más me sorprendió, con todo, fue el civismo, la educación y la confianza rayana en la ingenuidad infantil de los suizos. La gente parecía fiarse de ti hasta límites impracticables en un país como España. Mi situación más surrealista tuvo lugar en mitad de un camino de montaña en el que me topé con un puesto de zumos. No lo regentaba nadie: había vasos y jarras con zumo, una hucha para meter el dinero y una papelera para tirar el vaso usado. La gene que iba en bici se detenía, metía el dinero en la hucha, bebía el vaso de zumo correspondiente, y seguía su camino. ¡Y eso que nadie vigilaba el puesto! Yo, sin embargo, que tengo sangre celtíbera, pensé en beberme todo el zumo sin pagar y en marcharme de allí, no sin antes llevarme la hucha conmigo. No lo hice sencillamente porque Suiza es un país tan prístino que me hubiera sentido la persona más mezquina del país.

06. ¿Cuáles son las conclusiones a las que llegaste una vez concluido el viaje, ya de vuelta al sofá de tu casa?

La principal conclusión es que fui un estúpido a la hora de realizar un viaje tan complejo habiéndome dejado muchos asuntos sin tratar (cuando leáis Ciclistas de sofá os daréis cuenta de los errores que cometo, que incluso interrumpen el viaje un par de veces). Pero, a la vez, creo que lo mejor que hice fue hacer ese viaje sin preparar esos flecos. Porque lo pasé mal en muchos sentidos, pero también estupendamente bien. Me equivoqué en muchas cosas, y mi inexperiencia me jugó malas pasadas, pero también me permitió un grado de libertad que me hizo sentirme vivo. Ahora, transcurrido el tiempo, no me arrepiento de nada. Lo volvería a hacer todo tal y como lo hice. Y eso que lo hice muy mal. También mi vida ha cambiado: sí, de acuerdo, he vuelto al sofá, pero mi estilo de vida ya no es tan sedentario; y me he prometido que volveré a hacer un viaje como aquél, pero mucho más aventurado. ¿Quizá recorrer Europa? ¿Quizá otro continente? Quién sabe.